Smrke A, Younger E, Wilson R, Husson O, Farag S, Merry E, et al, JCO Global Oncol 2020; 6:1046-1051

Félix Rubial Bernárdez


Gerente del Área Sanitaria de Ourense, Verín e O Barco de Valdeorras. Servicio Galego de Saúde (SERGAS)

RESUMEN

Hacer de la necesidad virtud es una obligación en tiempos difíciles. Realmente debiera ser una obligación en cualquier situación, pero es evidente que en circunstancias excepcionales los seres humanos somos mucho más proclives a adoptar soluciones excepcionales.

La pandemia que ha ido condicionando nuestras vidas en los últimos meses, ha impulsado una imprescindible transformación en determinadas prácticas asistenciales que, de no haber sido por esa excepcionalidad vírica, hubiesen sido impensables. En el ámbito asistencial, una de las más relevantes ha sido, sin duda, la incorporación de la telemedicina a la atención de los pacientes.

En el artículo de Smrke y colaboradores se evalúa el impacto de los diferentes mecanismos de teleasistencia aplicados en la unidad de sarcomas del Royal Marsden Hospital de Londres durante un breve, pero complejo período pandémico (entre los meses de marzo y abril de 2020), analizando la visión de pacientes y profesionales. Los resultados son concluyentes: un 75% de los pacientes atendidos de manera no presencial, altos índices de satisfacción por parte de pacientes y profesionales, actos asistenciales más breves que los presenciales, que no incrementa- ron la carga de trabajo y en los que la ausencia de exploración física no repercutió en la calidad asistencial. La mayoría de los pacientes se decantaban por una combinación entre atención presencial y no presencial, demandando la continuidad de la teleasistencia más allá del período pandémico, si bien las personas de mayor edad seguían prefiriendo el seguimiento cara a cara. También resulta destacable el hecho de que más de la mitad de los pacientes asumían la posibilidad de recibir resultados negativos por vía telefónica.

Nuestro país es un buen ejemplo de experiencias en digitalización, con realidades tan conocidas e implantadas como las centrales de emergencias sanitarias de todas las Comunidades Autónomas

Los autores concluyen afirmando que la integración de la telemedicina en la práctica asistencial ordinaria puede ser especialmente relevante en patología oncológica poco frecuente, especialmente cuando es abordada por unidades expertas y de referencia que atienden pacientes que en muchos casos deben asumir grandes desplazamientos y los costes económicos y de tiempo que la presencialidad implica.

COMENTARIO

En el año 2005, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el seno de su asamblea anual y tras analizar el informe sobre salud electrónica elevado a la misma, estableció la telemedicina como una prioridad sanitaria global, pronunciándose decididamente en favor de su implementación en diferentes ámbitos -incluido el asistencial-, del desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) para el acceso apropiado y equitativo a las mismas, de la colaboración intersectorial para la determinación de estándares basados en la evidencia, la evaluación de actividades, la profundización en su coste-efectividad, o el aseguramiento de su calidad y seguridad.

Igualmente, la OMS apostaba por la puesta en marcha o mejora de sistemas nacionales de información de salud pública, incluyendo la vigilancia epidemiológica, o la definición de mecanismos de respuesta rápida ante las emergencias sanitarias.

Seguramente, este categórico pronunciamiento se hubiese hecho sin pensar en lo que podría llegar a ocurrir 15 años después. O quizá sí, y ya se barruntaba por entonces la posibilidad real de una epidemia de proporciones globales. Lo cierto es que, con mayor o menor empeño, con mayores o menores obstáculos y dificultades, y siempre inmersos en una realidad general marcada por la transformación digital, los diferentes  sistemas y servicios de salud han venido incorporando las TIC a su práctica organizativa y asistencial, dando pie a nuevas formas de atención marcadas por la no presencialidad.

Son muchas las experiencias y los ámbitos en los que estas experiencias se han llevado a cabo, teniendo en general un elemento común, que es un nivel alto de digitalización, y un adecuado soporte de historia clínica electrónica. Nuestro país es un buen ejemplo de ello con realidades tan conocidas e implantadas como son las centrales de emergencias sanitarias de todas las Comunidades Autónomas; muchas de ellas con más de 25 años de experiencia en la gestión telefónica de la urgencia asistencial, asociada o no a la movilización de recursos. Otro ejemplo bien conocido ha sido la implantación de la consulta telefónica en Atención Primaria como una prestación asistencial  más, en Comunidades como Euskadi, Galicia o Canarias, desde hace ya varios años.

Menos habitual ha sido la no presencialidad en la atención hospitalaria. Si bien han florecido experiencias de e-interconsulta, bajo el amparo de las plataformas de historia electrónica única y compartida, que han permitido y permiten adoptar decisiones compartidas entre profesionales de ambos niveles asistenciales a expensas de disponer de idéntica información; la generalización de la atención no presencial a nivel hospitalario no había sido la tónica.

El reto es hacer sobrevivir a la pandemia todo aquello que ha demostrado su calidad, seguridad, efectividad y eficiencia, y hacerlo pervivir teniendo como objetivo principal aportar valor para los pacientes

Sí son conocidas experiencias de este tipo en países con características de dispersión demográfica, orografía compleja o grandes distancias entre la población y los centros asistenciales como pueden ser Australia, Canadá o los países nórdicos, con culturas muy consolidadas de no presencialidad amparadas en la teleasistencia. Más aisladas son las experiencias en la atención oncológica no presencial, si bien hay que indicar que la evidencia experimentaba un crecimiento interesante en período prepandémico. No obstante, la necesidad de minimizar las interacciones personales y los desplazamientos que conllevó la pandemia -incluso en pacientes con patologías graves- y la rápida adopción de un amplio abanico de actividades asistenciales no presenciales, permitió suplir la atención face to face con garantías de calidad y seguridad y sin que se haya demostrado (por el momento) repercusión negativa en la salud de los pacientes.

La brusca e imprescindible adopción de intervenciones asistenciales tales como la telemedicina (desde una simple atención telefónica hasta una atención por videoconferencia), pero también el desarrollo de aplicaciones móviles o la telemonitorización, su rápida y generalizada aplicación y la evidencia posterior generada, han favorecido que la American Society of Clinical Oncology (ASCO) haya publicado recientemente una relación de estándares y recomendaciones que sin duda servirán de fundamento para el desarrollo y/o consolidación de las diferentes iniciativas.

Las personas con cánceres de baja prevalencia constituyen un subgrupo específico en el que la teleasistencia puede aportar valor. Muchas de estas personas son atendidas en unidades expertas o superespecializadas que no necesariamente se ubican en centros próximos a su lugar de residencia. La distancia y los costes en tiempo y dinero que lleva asociados la atención presencial pueden minimizarse con la no presencial, pero para ello es imprescindible efectuar una buena selección de candidatos que ayude a superar la principal limitación de la telemedicina, que no es otra que la imposibilidad de realizar una exploración física. Es por ello que la atención no presencial post-pandémica deberá focalizarse en pacientes con determinadas características: aquellos que reciben terapia oral o están en seguimiento activo, o los largos supervivientes.

Finalmente, un último comentario. Con la llegada de la nueva normalidad y la ausencia de una poderosa fuerza que nos empuje a buscar alternativas viables y seguras, el riesgo de retorno a las prácticas asistenciales convencionales y a zonas de confort previas es evidente. Como también lo es la posibilidad de cambio de opinión de las personas afectadas. La valoración realizada sobre una situación determinada en un momento concreto en la que el miedo a un contagio lo impregnaba todo, ha podido estar muy condicionada por ese pánico escénico generalizado. Lo que en un momento pudo ser un alivio (no asistir a consulta o no atender presencialmente a un paciente) ante el temor a un riesgo de carácter superior, es probable que pueda ser valorado de una manera diferente cuando ya ese temor se ha relajado, y las inercias comportamentales nos conduzcan a las maneras tradicionales de hacer asistencia.

Ese es el riesgo y también el reto: hacer sobrevivir a la pandemia todo aquello que ha demostrado su calidad, seguridad, efectividad y eficiencia, y hacerlo pervivir teniendo como objetivo principal aportar valor para los pacientes. Todo ello en un marco evaluativo constante que corrija desajustes y nos lleve por el camino de la mejora continua.