Dr. Miguel Javier Rodríguez GómezConsejero de Sanidad del Gobierno de Cantabria

Empecemos hablando sobre telemedicina. ¿Por qué es importante poner en valor la humanización en este campo?

MJR: La humanización es importante en todos los ámbitos de la sociedad, pero en la telemedicina lo es mucho más. Porque es cierto que, en la actividad clínica, el uso intensivo de la tecnología puede parecer poco empático o poco cercano, y esa percepción se agrava con la telemedicina porque el contacto con el paciente se hace a través de una pantalla o de una App. Para que la telemedicina sea exitosa tenemos que tener en cuenta el factor humanización, y garantizar algunas cuestiones con las que, si se cuidan bien, el paciente puede estar satisfecho. Por ejemplo, en una video-consulta es importante cuidar la puntualidad, la iluminación, incluso poder facilitar el intercambio de documentos, además de poder valorar la satisfacción final del usuario. Con la telemedicina también se pueden recoger datos de los pacientes en remoto, tanto datos clínicos como de su experiencia. Si el profesional sanitario hace un seguimiento de estos datos, al paciente le puede dar la sensación de estar mejor cuidado, incluso viendo al profesional cada cierto número de meses.

¿Qué se necesita para disminuir la brecha digital que aún existe en el sector sanitario?

MJR: La brecha digital es un factor importante. Es cierto que España es uno de los países con mayor penetración de fibra óptica y de redes de banda ancha del mundo. Por tanto, aunque pueda seguir habiendo algunas zonas de sombra, a nivel infraestructura, en principio, no hay problemas.

El problema fundamental es el diferente grado de capacitación digital de las personas en función de su edad, educación, estatus social, etc. En el caso de la sanidad pública, es necesario, por un lado, mejorar las capacidades digitales de nuestros profesionales, porque también entre ellos hay una brecha digital. Es cierto que, en general, tenemos plantillas muy jóvenes que no tienen problema para trabajar de forma digital, pero necesitamos mejorar sus capacidades. Y, por otro lado, existe la brecha digital de los pacientes usuarios. Aquí la única forma de abordar el problema para determinados colectivos es mediante la mejora del uso de los servicios digitales que se ponen a su disposición. En todo caso, habrá que tener en cuenta que siempre habrá algún sector de población al que tendremos que seguir atendiendo en cuestión de medios digitales, y para eso también tenemos que estar preparados. Pero la única forma de disminuir la brecha actual es trabajar en mejorar las herramientas incluyendo a los propios pacientes.

¿Cuáles son los retos para alcanzar un equilibrio entre tecnología y humanización en el campo de las enfermedades raras (EERR)?

MJR: Por un lado, hay que tener en cuenta que la digitalización de nuestro sistema sanitario ha sido, es, y va a seguir siendo absolutamente necesaria no solo para garantizar la sostenibilidad del sistema, sino también para poder tomar decisiones correctas que garanticen una mejor eficiencia, es decir, un mejor uso de los recursos de los que disponemos. Por otra parte, en el campo puramente asistencial, la evolución de las tecnologías de diagnóstico y tratamiento -incluyendo la genómica, la proteómica y la medicina personalizada-, y también de otras cuestiones como, por ejemplo, los modelos de pago de fármacos innovadores en base a resultados, solo va a ser posible si contamos con una digitalización intensa y completa del proceso clínico, incorporando a las tecnologías que nos permitan gestionar los grandes volúmenes de datos que este proceso asistencial genera. Por tanto, para la mejora de la atención de las EERR es fundamental alcanzar una digitalización que nos permita compartir datos de la vida real de los pacientes con los dispositivos asistenciales, con todas las organizaciones sanitarias de los distintos países y de todo el mundo, porque por tratarse de enfermedades poco frecuentes, necesitamos una relación mayor de datos. Esto no está reñido con la humanización de ninguna manera, sino que incluso tienen que ir absolutamente de la mano, ya que a la hora de compartir datos también se va a mejorar la atención a las EERR.

¿Qué ha supuesto la pandemia de la COVID-19 en materia de salud digital?

MJR: La pandemia por COVID-19 ha supuesto mucho sufrimiento y pérdidas de vidas humanas, y por ello me es complicado hablar de cosas positivas, pero de las pocas cosas buenas, por decirlo de alguna forma, que ha tenido, es que ha supuesto una aceleración de la transformación digital. Nosotros en Cantabria ya habíamos apostado claramente por el tema de la digitalización, y al principio de esta legislatura creamos una Dirección General de Transformación Digital. Porque realmente se trata de conseguir una transformación del sistema sanitario a través de la digitalización. Y efectivamente, la COVID-19, sin lugar a dudas ha puesto de manifiesto la importancia de contar con sistemas de información sanitaria potentes, interconectados y actualizados en tiempo real. En ese sentido, también tenemos que mencionar todo lo que nos ha permitido construir la crisis de la COVID-19, en términos de aplicaciones de mejora de la interoperabilidad entre sistemas, de la gestión de datos para la toma de decisiones o de la puesta a disposición de servicios digitales para los pacientes. Yo creo que estas mejoras han venido para quedarse y que tenemos que hacer uso de ellas e incluso potenciarlas y mejorarlas.

En su opinión, ¿cuál es la clave para avanzar hacia un modelo humanizado de salud digital en España?

MJR: Para avanzar hacia un modelo humanizado de salud digital es importantísimo contar con paneles de expertos, que incluyan asociaciones de pacientes o pacientes expertos. Ellos nos tienen que ayudar en la definición de los nuevos procesos clínicos digitales y en la mejora de la usabilidad de las aplicaciones y de las interfaces de usuario. Nosotros tenemos la capacidad, las herramientas y la potencia, pero solo contando con los usuarios, seremos capaces de implementar proyectos que realmente usen los pacientes, y que además nos sean útiles. Por lo tanto, la recomendación es muy clara: trabajar con los pacientes.